Resumen
Hemos heredado un legado de tirantez inquietante, en el este y el oeste, entre “la realidad” y “la ficción,” entre la historia objetiva y nuestros muchos “cuentos” relativos y subjetivos, entre el arte como representativo de la
realidad y la fe basada en la Palabra de Dios. Dependiendo de cómo esta tirantez ha sido “leída” y “escrita” para incorporarse en la actividad, nuestras civilizaciones del pasado han producido o la belleza o el horror, la alta cultura
o el prejuicio ciego. Pero aunque hayamos heredado del pasado “hechos” tales como estos, nuestro futuro puede ser creado solamente por el poder de la imaginación de creer, y por la fuerza espiritual de nuestras vidas que la
civilización material tilda de “ficciones.” Como bahá’ís y creyentes en el ciclo de la Unidad Divina, hemos heredado una responsabilidad seria de resolver creativamente esta tirantez, y nuestro futuro común, como civilización
dinámica, diversa, y espiritual, depende de ello. La tarea de distinguir “la realidad” de “la ficción” en una época de madurez tiene que ser compartida. Por eso, la cuestión que debiera dar forma a nuestras palabras y actos en este
momento, entonces, no es solamente ¿quién escribirá el futuro? sino también ¿quién lo leerá?
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